
HERIDAS EN LA INFANCIA: APRENDE A SANARLAS
Las heridas emocionales de la infancia son experiencias en nuestra niñez que nos crearon dolor y emociones como tristeza, soledad, ansiedad, inseguridad, etc.; y que condicionan nuestra vida de adultos sin nosotros saberlo. Ese dolor de niños se queda grabado en nuestro inconsciente de forma profunda y en la vida adulta se sigue reproduciendo una y otra vez, hasta que aprendemos a sanarlo.
¿Cómo se producen las heridas en la infancia?
Durante la infancia se crean tres aspectos esenciales para las personas: la autoestima (las creencias que tenemos sobre nosotros mismos y nuestra valía), los apegos (como nos relacionamos con los demás y formamos vínculos), y las creencias sobre el amor y la vida. Estos aspectos se desarrollan de forma muy importante a través del vínculo con nuestros padres, que son nuestra principal fuente de apego.
Los padres siempre lo hacen lo mejor que pueden o saben, pero ellos a su vez tienen sus propias heridas, y sin intencionalidad la mayor parte de las veces, de niños vivimos situaciones dolorosas como abandono, rechazo, traición, humillación e injusticia por parte de nuestros padres.
Como niños no tenemos las herramientas necesarias para procesar ese dolor vivido y se queda grabado sin resolver dentro de nosotros. Esa herida se queda abierta, y se va reproduciendo a lo largo del tiempo, reafirmando las creencias de dolor asociadas a las heridas.
Tipos de heridas y cómo sanarlas
- Herida del abandono: en situaciones de abandono físico o emocional, la persona se siente sola, y se crece con la idea de que es poco valiosa o importante. No es necesario venir de un hogar disfuncional para sentir esto, incluso nuestros padres nos han podido dar mucho amor a su manera, pero no fue suficiente para nosotros y en su momento se interpretó como abandono. El mayor miedo es a la soledad y a sentirse de nuevo abandonado, por ello se establecen relaciones de dependencia, donde se puede llegar a aguantar lo injustificable para no estar solos, o incluso a veces pueden ser ellos los que dejen la relación como mecanismo de protección para no verse expuestos a la pérdida. Son personas con gran necesidad de aprobación externa, que no confían en ellos mismos, indeciso, con miedo a los cambios e inseguridad constante. El trabajo de sanación de esta herida consiste en trabajar ese miedo a la soledad, aprender a hacer cosas solos, mejorar la seguridad en uno mismo, escucharse a uno mismo, y aprender a abrazar y dar seguridad a ese niño interior que tiene miedo.
- Herida del rechazo: es la herida más profunda, viene de experiencias dolorosas donde nuestros padres fueron o bien muy exigentes, haciendo una crítica constante de nuestros errores, o bien por una sobreprotección donde el niño sintió que no era lo suficientemente capaz. Se crece con la sensación interna de autorechazo, de desprecio e invalidación hacia su propio ser. Desde ahí se relación como adultos con un alto grado de exigencia y perfeccionismo, se autosabotean constantemente, sienten una fuerte crítica interna y muy sensibles a las criticas externas, les cuesta poner límites, y tienden a aislarse más por el pánico a la no aceptación, pero eso les hace sentir profundamente solos. Para trabajar esta herida, es importante trabajar la validación emocional, aprender a expresar emocionalmente, la aceptación de nosotros mismos, trabajar las inseguridades y la autonomía. También aprender a recibir críticas y poner límites
- Herida de la humillación: esta herida se genera cuando el niño siente que sus padres se avergüenzan de él, y le critican o desaprueban. El niño crece con la sensación de ser indigno, que todo él es un error y con la comparativa con los demás. De adulto son personas que se niegan y se castigan a si mismo, de forma que se exponen a situaciones donde se aprovechan de ellos y les humillan. Tienden a olvidarse de si mismos, para complacer a los demás y ganarse su cariño. Para trabajar esta herida, se necesita que la persona deje de culparse a si misma, que aprenda a perdonarse, respetarse, que escuche sus necesidades y se de valor.
- Herida de la traición: se forma cuando nos algunos de nuestros padres no cumplieron sus promesas o lo que esperábamos de ellos, y sentimos traicionada nuestra confianza. Esto genera en el niño sentimientos de rencor y desconfianza en el otro, así como sentimientos de envidia (otros lo tienen y yo no). De adulto se construye una personalidad fuerte, controladora, desconfiada y posesiva. Son personas que ven el mundo con una moralidad altamente rígida en sus relaciones, al punto de tener una exigencias y expectativas en los otros que son imposibles de cumplir, lo que hace que se sientan traicionados constantemente y se reafirma así sus creencias. Esta herida se trabaja fomentando la confianza en los demás, ajustando las expectativas, permitiendo y tolerando la falta de control en situaciones, y permitiéndose ser vulnerable.
- Herida de la injusticia: esta herida se genera cuando los padres han tenido una educación muy autoritaria, fríos, rígidos y altamente exigente. El niño no se siente útil, ni apreciado e incapaz de poder sentir lo que siente. Siente que todo son obligaciones y no tiene ningún derecho. De adultos son perdonas altamente rígidas, que les cuesta mucho ver otros puntos de vista, expresan sus opiniones como si fueran verdades absolutas, donde la ética y los valores son lo más importante. Para sanar esta herida es importante trabajar la flexibilidad cognitiva, la tolerancia, la empatía y la confianza en los demás.
Ahora que ya conocemos las heridas que tenemos abiertas que afectan a nuestro bienestar emocional, podemos empezar a sanarlas
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