¿POR QUÉ POSTERGO LAS COSAS? CÓMO DEJAR DE PROCRASTINAR
Seguramente te has encontrado alguna vez postergando una tarea porque no te apetecía o no tenías humor para hacerla. Y es muy posible que te hayas visto en un bucle de ansiedad por que se te acumulan “las obligaciones” lo que hace que aumente la ansiedad y te quedes bloqueado y sin capacidad de reacción.
Algunas situaciones típicas que nos generan ansiedad y depresión por quedarnos bloqueados a la hora de actuar son: seguir en un empleo que nos frustra o nos impide desarrollarnos, aferrarnos a relaciones que no funcionan, postergar tareas y obligaciones, no cuidarnos ni física ni mentalmente, evitar conversaciones que son importantes o solucionar conflictos.
Motivos por los cuales las personas postergan las conductas
- Empezar la casa por el tejado. Según tu opinión ¿Qué es lo primero, la motivación o la conducta productiva? Si respondes “motivación” no te preocupes, es una creencia muy popular. Pero no es la respuesta correcta. Una de las frases estrellas a la hora de postergar es “No tengo humor para hacer esto ahora, lo hago después”. El problema consiste en que la espera a que llegue de estado anímico deseado puede resultar eterna. Las personas que han tenido grandes éxitos saben que la motivación no es lo primero, lo contrario sucede con la conducta productiva. Es cuestión de hacer las cosas adelante comenzando alguna vez, aun sin ganas. Si, sin ganas, evidentemente hay que medir el nivel de esfuerzo que supone hacer las cosas, y así escoger preferencias y empezar por algo más sencillo que, aunque no se tenga motivación para hacerlo, no suponga tanto esfuerzo y así saldremos de la rueda de la desmotivación.
ACCION+MOTIVACION+MAS ACCION.
La conclusión es sencilla: cuanto más haga, más ganas tendrá de hacer cosas.
- El modelo de cómo lograr el éxito. Las personas que van aplazando las cosas tienen a menudo un concepto poco realista de cómo se desenvuelve realmente alguien productivo. Es posible que piense que las personas de éxito se sientes siempre seguras de sí mismas y alcanzan sus objetivos con facilidad sin tener que soportar la frustración alguna, dudan acerca de sí mismas o fracasos. Este modelo de cómo se alcanza el éxito es bastante poco realista. Lograr los objetivos que uno se ha marcado resulta estresante. Habitualmente, habrá baches a lo largo del camino. Si piensas que la vida debería ser fácil y que las demás personas no tienen que luchar tanto, llegarás a la conclusión de que algo va mal en ti y abandonarás cuando las cosas se pongan difíciles. Tendrás una tolerancia a la frustración tan baja que cualquier decepción se te hará insufrible.
- Miedo al fracaso. Aunque a menudo consideramos a las personas que van postergando las cosas “vagas” e “irresponsables”, el problema real es a veces todo lo contrario: es posible que el éxito sea excesivamente importante para ti. Las personas que tienen miedo al fracaso a menudo basan su autoestima en sus logros. Si fracasa en su trabajo es posible que se sienta como un ser humano fracasado. Esto convierte el intento en algo demasiado arriesgado. Es demasiado lo que está en juego y nos quedamos bloqueados, nos vemos incapaces de empezar por si fallamos.
- Muchos de nosotros fuimos educados bajo el lema de que debíamos de intentar siempre hacer las cosas de manera perfecta y que habría algún tipo de recompensa por ser el mejor. Cuando aspiras a lo máximo te presionas llegando a sentirte tan estresado que vas postergando las cosas para acabar no haciendo absolutamente nada. Por el contrario, si reduces el nivel de exigencia, aunque solo sea un poco, te sentirás más relajado, siendo más productivo y creativo.
- Falta de recompensas. Ligado a lo anterior, cuanta más exigencia menos te refuerzas y valoras lo que vas haciendo. Crees que no es suficiente y por tanto cada tarea que haces no tiene valor, o el valor suficiente. Si esto es así ¿Cómo me voy a motivar a seguir haciéndola o hacerla de nuevo?
- Lenguaje tipo “debería”. Utilizar ese término, parece que no influye para nada, pero forma parte del lenguaje exigente, detrás de cada debería está la rigidez de que si no lo hago entonces…habrá consecuencias catastróficas o yo seré un “desastre”, “malo”, “fracaso”, etc. Y es entender que técnicamente no es ninguna obligación real la tarea que nos proponemos, sino más bien una preferencia o necesidad, por tanto, es mejor decir “me gustaría o quiero”. Esto hará que lo que nos proponemos no suene tan moralista y rígido y que por tanto si no se cumple, no me sienta rebelde y culpable.
- Falta de asertividad. Muchas personas tienden a postergar por no ser asertivos y aceptar propuestas que no son realmente de su agrado. Es posible que cedas ante las peticiones de los demás porque opinas que deberías ser amable. Quizá pienses que debes estar siempre a la altura de las expectativas ajenas. Quizá te aterra el desacuerdo o la crítica. A lo mejor temes decir que no y correr el riesgo de que alguien se enfade con usted. Encones, es probable que demores algo y te pongas ansioso solo con pensar que lo debes llevar a cabo. Es entender que hay momentos para todo, a veces hacemos cosas para ayudar a los demás sin ganas. Y está bien, solo es entender que no tenemos que hacerlo siempre.
- Falta de deseo. Este último motivo por el que las personas postergan puede parecer ridículamente obvio, pero es el más frecuente de todos. A veces aplaza sus decisiones porque simplemente no desea hacer aquello que aplaza. Y La mayoría no son consciente de ello. Lo único que saben es que existe una tarea que sienten, vagamente, que deben realizar pero que les resulta terriblemente incómoda de afrontar cuando llega la hora de la verdad, para acabar diciendo, finalmente, hacer cualquier otra cosa. El primer paso es decirte que no te apetece, y desde ahí ya trabajar en como plantearlo.
Todos nos hemos visto alguna vez sumidos en un bucle de pereza y postergación por alguno de estos motivos, para salir de ello es conocernos a nosotros mismos, entender los motivos detrás de esa procrastinación y con eso ya habrá un cambio. Si necesitas ayuda, consúltanos.
Fuente: “Sentirse bien” de D. Burns