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¿PORQUÉ NO ADELGAZO? CÓMO AFECTAN LAS EMOCIONES EN NUESTRO CUERPO

En la actualidad, uno de los focos principales de atención para la sociedad occidental es la alimentación, ya sea por motivos de salud o por motivos estéticos; qué, cómo y cuándo comemos se ha convertido en algo más relevante para nosotros en los últimos años. En alguna medida, todos hemos invertido tiempo y esfuerzo en la alimentación, sumergiéndonos para ello, en el inmenso océano de información que se nos presenta delante sobre dietas, ejercicio físico, hábitos alimenticios y “vida sana”.

Dentro de todo ese maremágnum de información, casi todos estamos actualizados en los conceptos “básicos” de hábitos saludables: alimentación sana y variada, deporte y patrones de alimentación adecuados. Algo que en los últimos años ha cobrado fuerza y que no tantos conocen, es lo que los expertos llamamos el “hambre emocional”, que forma parte de estos “básicos” y que exponemos a continuación.

¿Qué es el HAMBRE EMOCIONAL?

Las emociones que las personas suelen llamar negativas y que los psicólogos llamamos “desagradables”, porque no hay emociones negativas ni positivas, ya que todas son útiles y necesarias, (la tristeza, la decepción, la frustración, la culpabilidad, la rabia, etc.) provocan respuestas de ansiedad en el organismo, de modo que se produce la liberación de cortisol al torrente sanguíneo (si quieres saber más sobre los procesos implicados en las respuestas de ansiedad del organismo, visita nuestro vídeo https://www.facebook.com/1256879381119017/videos/307129990103133/). Esta hormona favorece la retención de grasa abdominal y además nos impulsa a consumir alimentos calóricos, ya que en nuestro cerebro, la ansiedad la traduce como señal de peligro y necesita gran energía para hacerle frente. Por eso cuando se siente ansiedad tenemos ganas de consumir dulces y alimentos con alto contenido de calorías.

Además, comer activa una parte del Sistema Nervioso Autónomo (el Sistema Parasimpático) implicado en el estado corporal de descanso o relajación después de un esfuerzo. Se ha comprobado que el 90% de la serotonina, la hormona del bienestar, se produce en el aparato digestivo. Por lo tanto el acto de comer está implicado en procesos corporales asociados a la desactivación, la compensación tras un esfuerzo y el bienestar.

Esta sensación física de hambre es diferente a la que se siente cuando tenemos hambre real. Es importante aprender a distinguirla y por ello los profesionales de la nutrición recomiendan comer de forma periódica en vez de dejar pasar muchas horas entre comidas, respondiendo así a la necesidad de sentir relajación y bienestar emocional, que queda asociado de esta forma a la comida, más que a la necesidad de comer por hambre real.

LAS EMOCIONES EN NUESTRO ORGANISMO

Cada emoción trabaja con un órgano concreto, liberando unas hormonas determinadas, que afectan a las respuestas de nuestro organismo

  • Tensión, Estrés, Ansiedad: Ya hemos comentado que estas emociones nuestro organismo las traduce como señal de peligro y produce cortisol. Para aliviar esta sensación nuestro cuerpo nos pide calma y lo más cercano que encontramos es comer y así satisfacer nuestro estado. El mayor problema de esta situación es que acabamos confundiendo la sensación de ansiedad con el apetito, con esto entramos en un círculo vicioso, porque la ansiedad no se reduce a largo plazo ingiriendo alimentos calóricos, solo es un anestésico poco duradero.

 

  • Cólera, ira, enfado: Este trío de emociones, suelen ser las responsables de los famosos “atracones” y por lo tanto estar detrás de actos que realizan algunas personas con trastornos de alimentación, como comer de manera compulsiva en un corto espacio de tiempo.

 

  • Inseguridad ante los demás, soledad, insatisfacción, frustración, culpabilidad, aburrimiento… Todas estas emociones pueden estar en nosotros de forma puntual, pero muchas veces también pueden transformarse en estados de ánimo más duraderos. Cuando esto ocurre, volvemos a lo que tenemos grabado en el cerebro: que la comida nos produce sensación de bienestar, con lo que cuando sentimos dichas emociones, se tiende a recurrir a la comida calórica, y como resultado se incrementa la grasa corporal y el peso, perjudicando el estado de salud.

 

  • La tristeza: La relación entre la tristeza y el sobrepeso tiene que ver con lo que el estrés produce en el cerebro. Ante una situación percibida como negativa, que causa tristeza y estrés, la mente busca un estímulo positivo con el que contrarrestar estas emociones desagradables, como puede ser la comida, ya que como se ha explicado anteriormente, la ingesta especialmente de cierto tipo de alimentos, produce satisfacción a corto plazo.

 

En conclusión, mente y cuerpo están unidos, y muchos procesos fisiológicos que ocurren en nuestro organismo se “disparan” o exacerban por ciertos estados emocionales mantenidos en el tiempo. De modo que una buena regulación y gestión de las emociones es un factor más a tener en cuenta para tener una mejor relación con la comida y como resultado regular la grasa corporal en nuestro cuerpo y con ello el peso.